“Los actores británicos son los mejores del mundo”. Podía haber sido algo que se quedase en una mera fórmula de cortesía de quien es consciente que no juega en casa, pero lo que decía el estadounidense Ethan Hawke en la alfombra roja de los Bafta tenía mucho de premonitorio. El actor de ‘Boyhood’, gran triunfadora de la gran noche del cine británico frente a ‘Birdman’, acabó acertando y vio como el inglés Eddie Redmayne acabó subiendo a recoger el galardón a la mejor interpretación por su papel del astrofísico Stephen Hawking en ‘La teoría del todo’.
Si la cinta de Richard Linklater salió de Londres rearmada para los Oscar, también lo hizo este joven actor que tiene muchas papeletas para recoger el mismo galardón en el Teatro Dolby de Los Ángeles. Los caprichos de la crítica de Hollywood y la temporada cinematográfica quieren que se juegue el premio, si Michael Keaton no lo evita, con su compatriota Benedict Cumberbatch, también por dar vida a uno de los nombres más prolíficos del ajuar científico de Reino Unido.
El propio Hawking ha bendecido la producción basada en el libro de la que fuera su primera mujer. La película sitúa el comienzo de su historia en los 60, maridando las vivencias del británico y su esposa Jane, su paternidad y los primeros pasos de una terrible enfermedad motoneuronal; con el inapelable ascenso académico de un hombre que se ha pasado su vida entera a la ‘caza’ de agujeros negros. El astrofísico de Oxford bromeaba a principios de año en una entrevista concedida a la versión inglesa de Wired que personalmente se veía más como un personaje de la saga de James Bond y alababa las virtudes de Redmayne. “Estuvo genial. A veces pensé que era yo mismo”, sentenciaba el prestigioso científico, que acompañó al actor en el patio de butacas el día de los Bafta. Además de contar con estas credenciales, Redmayne también cuenta con el aval del Globo de Oro al mejor actor de drama.
Universo científico
A su lado estará Cumberbatch. El hombre que llegó al gran público gracias a ‘Sherlock’, una serie de televisión en la que reinterpretaba al legendario detective creado por Sir Arthur Conan Doyle, ha recibido el encargo de dar vida a otra de las constelaciones del prolífico universo científico inglés: Alan Turing. Dos genios conectados no solo por su legado profesional sino por una historia personal que condición mucho la vida de ambos. Si Hawking tiene que lidiar con una dolencia relacionada con la esclerosis múltiple que le dejó postrado hace tiempo en una silla de ruedas, Turing lo tuvo que hacer con los crueles estigmas de ser homosexual en la Gran Bretaña de los años 50. En un juicio se vio obligado a confesar su condición para probar que un amante había entrado a robar en su casa. Fue castigado con la castración química, algo que le acabó llevando a suicidarse dos años después, mordiendo una manzana cargada de cianuro.
Ese fue el triste final para un genio que fue clave en el devenir de la Segunda Guerra Mundial. Además de sentar las bases de la informática actual y ser el padre de la inteligencia artifical, descrifó el sistema de comunicaciones que utilizaban los nazis, un importante logro del que bebe el título de la película, ‘The imitation game (Descifrando enigma)‘. Excelente corredor de fondo, estuvo a punto de participar en unos Juegos Olímpicos, pasó los primeros años de su vida en la India y se aficionó a la, unos poemas japoneses que aprendió a escribir de manera autodidacta en tan solo tres semanas.
Cuenta la leyenda que el logo de Apple es un sentido homenaje a su triste final. A finales de 2013, a instancias de Downing Street, Isabel II borró una profunda muesca del listado de deshonores por resolver en el Reino Unido al aprobar el indulto póstumo para Turing. Todo ello fue fruto de una campaña iniciada, precisamente, por Hawking.